Hay dos formas de ganar dinero: por el salario que se obtiene trabajando y mediante ingresos del capital, es decir, los que reciben los propietarios de activos como tierras, edificios, acciones o patentes. Como la segunda vía suele limitarse a los ricos, indica una mayor desigualdad cuanto mayor sea su peso en el total de los ingresos de los ciudadanos de un país. Así, la evolución del caudal de cada una de estas fuentes de riqueza mide si crece o se estrecha la inequidad. Según un informe publicado recientemente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el capital gana peso respecto a los salarios en los últimos años, un fenómeno que se explica principalmente por el desarrollo tecnológico. Las horas de trabajo que ha recortado la automatización contribuyen al cambio, que podría ir más allá por la inteligencia artificial si no se toman medidas compensatorias, según los autores del estudio.
“Los ingresos laborales, junto con los ingresos de capital, que son los ingresos obtenidos por los propietarios de activos, suman el ingreso nacional total. Dado que los ingresos de capital tienden a concentrarse entre individuos más ricos, la participación de los ingresos laborales se utiliza ampliamente como una medida de la desigualdad”, detalla el estudio de la OIT, que advierte de una contracción de 0,6 puntos en la participación de los ingresos laborales en los ingresos mundial desde 2019. Entonces suponían el 52,9% del total, porcentaje que cayó al 52,3% en 2022, valor en el que permanece desde entonces.
Si se echa la vista atrás se observa que la reducción experimentada es aún mayor, de 1,6 puntos porcentuales en las dos última décadas, con 0,6 de ellos concentrados en el último lustro, el 40% de la bajada. “Aunque la disminución parece modesta en términos de puntos porcentuales”, continúan los autores del estudio, “el efecto es significativo”. La OIT calcula que este retroceso representa 2,4 billones de dólares menos en ingresos laborales a nivel mundial en 2024 (respecto a 2004). En la desagregación por regiones, Europa apunta un retroceso de un punto desde 2019, las Américas y África 1,2, los Estados Árabes 0,8 y Asia y el Pacífico 0,2.
La contracción es aún mayor en España, de 1,58 puntos. En 2019 los ingresos laborales suponían el 59,5% de la riqueza y hoy, el 57,9%. La contracción también es muy superior a la del promedio mundial si el foco se pone en los últimos 20 años: desde 2004 el peso de los salarios ha caído 4,46 puntos, cuando la media global es de 1,6. “Ha habido una disminución considerable en la participación laboral del ingreso nacional en las últimas dos décadas, [...] en el contexto de una tendencia de disminución a más largo plazo que comenzó alrededor de los años 1980”, añaden los investigadores de la OIT. Esta variable repunta durante las crisis porque, como explican los investigadores, “las ganancias y otras formas de ingresos de capital disminuyen más rápido que la compensación laboral durante las recesiones”.
Roger Gomis, autor del estudio, detalla por correo electrónico que el estancamiento (o leve repunte en España) de esta variable en los dos últimos años puede deberse a los aumentos salariales derivados de la crisis de precios. “Esta dinámica se pudo ver reforzada por la evolución positiva del empleo durante el periodo, así como la tendencia a la baja de las tasas de desempleo y de subutilización de la fuerza de trabajo”, agrega Gomis.
“Los países deben tomar medidas para contrarrestar el riesgo de una disminución en la participación de los ingresos laborales. Necesitamos políticas que promuevan una distribución equitativa de los beneficios económicos, incluyendo la libertad de asociación, la negociación colectiva y una administración laboral eficaz, para lograr un crecimiento inclusivo y construir un camino hacia un desarrollo sostenible para todos”, indica Celeste Drake, directora general adjunta de la OIT, en la nota de prensa que acompaña al estudio. En ella también se lamenta que el aumento de esta brecha aleja la posibilidad de cumplir con uno de los objetivos de desarrollo sostenible 2030 de la ONU, el que busca reducir la desigualdad en y entre países.
El papel de la tecnología
A partir de una muestra de 36 países, la mayoría economías avanzadas, el análisis de la OIT concluye que las innovaciones tecnológicas en las últimas dos décadas “han producido aumentos persistentes en la productividad laboral y el crecimiento económico, pero también pueden reducir la participación de los ingresos laborales”. En esa contracción destacan el papel específico de la automatización, el proceso por el cual tareas que vienen desarrollando humanos son asumidas por robots.
Esta conclusión no es nueva. Es coincidente con todo un caudal de literatura económica, como destaca el estudio: “En las últimas dos décadas ha surgido una sólida evidencia que indica que las mejoras tecnológicas pueden generar interrupciones transitorias. Por ejemplo, en determinadas circunstancias, los avances tecnológicos pueden reducir el empleo y las horas trabajadas a corto plazo”.
El método del estudio para identificar el papel de la tecnología en la contracción de los ingresos laborales es el siguiente: “Identificamos avances tecnológicos a nivel nacional que incrementan inesperadamente la productividad laboral. Luego estimamos los efectos promedio de estas innovaciones tecnológicas en varios países durante el período 2003-2019″.
Su análisis revela que una innovación tecnológica provoca un aumento significativo en la productividad laboral, con un incremento del 2,1 % en el año de la innovación y efectos persistentes, con un crecimiento del 1,7 % cuatro años después. “Sin embargo”, continúan los investigadores, “como el crecimiento del producto no acompaña totalmente al de la productividad, las horas trabajadas disminuyen un 0,7 % en el impacto inicial, lo que también genera una reducción en el empleo, aunque menor (0,4 %)”. Estas caídas son “temporales” y la participación de los ingresos laborales disminuye 0,3 puntos porcentuales en el año del impacto, pero el efecto “persiste, aunque moderado, a lo largo del tiempo”.
“Aunque no nos limitamos a un tipo específico de innovación tecnológica, los resultados indican que las innovaciones dominantes en las últimas dos décadas han sido aquellas asociadas a la automatización, lo que ha llevado a una reducción en la participación de los ingresos laborales. Aun así, las innovaciones tecnológicas han impulsado un fuerte crecimiento económico, lo que ha aumentado la compensación neta de los empleados en un 0,6 % tras cuatro años, aunque por debajo del crecimiento del 1,1 % en la producción, subrayando los efectos distributivos entre el capital y el trabajo”, añaden los autores del estudio.
El análisis no mide el impacto de la inteligencia artificial, pero hace referencia a ella con una advertencia: “Si los patrones históricos se mantienen, y en ausencia de una respuesta política más fuerte en una amplia gama de áreas relevantes, los recientes avances en la IA generativa podrían ejercer una mayor presión a la baja sobre la participación de los ingresos laborales. Esto no es una predicción sobre los efectos de la IA, sino un llamado a la importancia de garantizar que los beneficios de la IA se distribuyan de manera equitativa”.
Los autores destaca que “los últimos desarrollos en IA no necesariamente replicarán estos efectos, ya que los datos históricos solo proporcionan un contexto”, pero advierten que “si la IA tiene efectos similares a los de innovaciones previas, el impacto en la participación laboral podría ser considerable”. “Esto no es un resultado predeterminado; las decisiones políticas serán cruciales para garantizar que la innovación impulsada por IA no exacerbe las desigualdades y que sus beneficios se distribuyan ampliamente”, finalizan los autores, Gomis, Steven Kapsos, Paloma Carrillo, Avichal Mahajan y Rémi Viné, dirigidos por Rafael Diez de Medina.
Emilio Sánchez Hidalgo