Las mujeres enfrentan un coste laboral importante por ser madres, incluso en países con sistemas de bienestar consolidados. En España, ese coste se manifiesta con fuerza en el mercado de trabajo: menor remuneración, mayor probabilidad de empleo a tiempo parcial y temporal, y más salidas del mercado laboral. Este fenómeno ha sido explorado en otras entradas del blog (ver, por ejemplo, aquí, aquí, aquí y aquí), destacando cómo la maternidad impacta negativamente en la trayectoria laboral de las mujeres.
Un estudio reciente de Amaia Ayala, Laura Serra y José I. Silva (2025) nos ofrece una imagen de cómo cambia la situación del paro de hombres y mujeres tras el nacimiento de su primer hijo, y también nos ayuda a entender por qué las madres experimentan tasas de paro muchos más elevadas.
¿Qué pasa con el desempleo tras el parto?
Usando datos de la Muestra Continua de Vidas Laborales, los autores analizan casi medio millón de trayectorias laborales antes y después del primer nacimiento entre enero de 1990 y diciembre de 2023. Para analizar las trayectorias laborales, los autores clasifican a las personas en cuatro situaciones posibles: empleo a tiempo completo, empleo a tiempo parcial, desempleo e inactividad. Y lo hace a lo largo de ocho años (cuatro antes y cuatro después del parto), permitiendo una visión dinámica y detallada de la evolución del paro mes a mes.
Una de las aportaciones más interesantes del estudio es el uso de un modelo dinámico de desempleo, que permite capturar no solo las tasas de paro en cada momento, sino también cómo se ajustan con el tiempo tras el nacimiento de un hijo. Los autores modelan la evolución del paro como un proceso de ajuste gradual: las tasas de desempleo actuales dependen tanto de las condiciones del mes anterior como de las nuevas transiciones entre empleo, paro e inactividad. Este enfoque, inspirado en trabajos como el de Elsby et al. (2012), es especialmente útil para entender por qué el desempleo femenino tarda tanto en volver a los niveles anteriores al parto. Al permitir que la velocidad de ajuste varíe a lo largo del tiempo (por ejemplo, durante el embarazo, la baja de maternidad o la reincorporación), el modelo reproduce con notable precisión los picos y caídas observados en los datos reales.
La siguiente gráfica muestra la evolución de las tasas de desempleo observadas y simuladas mediante el modelo para hombres y mujeres a lo largo del tiempo. El eje horizontal representa los meses relativos al nacimiento del primer hijo (t = 0), mientras que el eje vertical muestra la tasa de desempleo. La gráfica compara las tasas de paro observadas en los datos reales (líneas discontinuas) con las estimaciones del modelo dinámico basadas en los flujos de transición entre estados laborales (líneas continuas).
Los resultados son claros: el desempleo femenino se dispara tras el nacimiento del primer hijo, mientras que el masculino permanece prácticamente inalterado. El paro entre mujeres empieza a subir ya durante el embarazo, cae durante los meses cubiertos por la baja de maternidad (16 semanas pagadas), pero luego sube con fuerza al finalizar la prestación, y solo empieza a reducirse muy lentamente meses después. Al cabo de cuatro años, el desempleo femenino sigue por encima del nivel previo al parto.
La siguiente gráfica muestra cómo evoluciona la brecha de desempleo entre hombres y mujeres en los meses anteriores y posteriores al nacimiento del primer hijo. En el eje horizontal se representan los meses relativos al parto (t = 0), y en el vertical, la diferencia en la tasa de paro entre ambos sexos. La línea discontinua roja corresponde a la brecha observada en los datos reales, mientras que la línea azul continua muestra la brecha estimada por el modelo dinámico.
Antes del embarazo, la brecha de género en el desempleo se mantiene relativamente estable, con una desventaja para las mujeres. Sin embargo, a medida que avanza el embarazo (especialmente en los últimos meses antes del parto), la brecha comienza a aumentar de forma notable. Este incremento refleja la salida anticipada de muchas mujeres del empleo, ya sea por razones de salud, cuidado prenatal o dificultades de conciliación.
En torno al momento del parto (t = 0), la brecha registra una caída temporal, debida al efecto de la baja de maternidad: durante las semanas en que las mujeres están de baja remunerada, muchas siguen oficialmente vinculadas a sus empleos y no aparecen como paradas. Pero tras la finalización de la baja (a partir del mes 4), la brecha se dispara, alcanzando su valor máximo. Es aquí donde se evidencia el mayor impacto laboral del nacimiento: mientras los hombres continúan sus trayectorias sin grandes cambios, muchas mujeres entran en una etapa de desempleo prolongado.
¿Por qué aumenta tanto el paro femenino?
Una parte de la respuesta está en las llamadas “transiciones laborales”: los cambios mensuales de un estado a otro (por ejemplo, pasar del paro al empleo a tiempo completo). El estudio encuentra que las mujeres tienen muchas más dificultades que los hombres para incorporarse al empleo a tiempo completo desde el paro. De hecho, si las mujeres tuvieran la misma probabilidad que los hombres de encontrar un trabajo a tiempo completo tras el desempleo, la brecha de paro simulada entre hombres y mujeres en torno al nacimiento del primer hijo se reduciría en un 75% (desde los -4,6 hasta el -1,1 puntos porcentuales). Esta desigualdad en las salidas del paro es clave para entender la brecha de género en el desempleo.
El estudio también muestra lo que normalmente no se ve cuando miramos solamente el dato agregado de paro. Por ejemplo, muchas madres pasan por fases temporales de inactividad tras el parto, lo que significa que ni siquiera aparecen como desempleadas porque no están registradas como buscadoras activas de empleo. Este “inframundo estadístico” es fundamental para entender la verdadera magnitud de la desigualdad de género.
¿Y las políticas en torno al nacimiento del hijo?
España cuenta con un sistema relativamente generoso de bajas por maternidad y paternidad (ambas de 16 semanas desde 2021), y con ciertos derechos laborales como la reducción de jornada hasta que el hijo cumple seis años. Sin embargo, la incorporación laboral tras la maternidad sigue siendo difícil hoy día. El gráfico siguiente no muestra ningún cambio importante en la tasa de paro de los hombres antes y después de los aumentos observados en el permiso de paternidad a partir de 2017, mientras que la tasa de paro de las mujeres sigue mostrando un aumento importante en torno al nacimiento del primer hijo.
Uno de los factores clave podría ser el acceso a cuidado infantil. Según estimaciones citadas por los autores, matricular a un niño de dos años en una guardería privada puede costar hasta el 30% del salario bruto medio. Además, la cobertura pública para menores de tres años sigue siendo baja, lo que lleva a muchas madres a retrasar su regreso al trabajo o a aceptar empleos más inestables y peor remunerados.
La necesidad de políticas que faciliten la conciliación ha sido discutida en el blog (ver, por ejemplo, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí), destacando cómo la falta de medidas efectivas perpetúa la desigualdad de género en el mercado laboral.
¿Qué se puede hacer?
Además de facilitar el acceso a las guarderías públicas, la mayor estabilidad laboral de las madres debería ser una prioridad de política pública. Esto podría implicar ofrecer incentivos a empresas para contratar a tiempo completo tras la maternidad. Cabe recordar que, según el estudio, si las mujeres tuvieran la misma probabilidad que los hombres para encontrar un empleo a tiempo completo tras el desempleo, la brecha de género en el paro en torno al nacimiento del primer hijo se podría reducir en más de un 75%. Pocas políticas públicas parecen ofrecer tanto retorno potencial.
Para finalizar, la reducción de la brecha de género en el paro no es solo un tema de igualdad, sino también de eficiencia económica. Mejorar el encaje entre maternidad y empleo a tiempo completo no solo beneficia a las mujeres, sino que permite aprovechar mejor el talento disponible, reduce la dependencia de prestaciones y podría ayudar a mejorar la sostenibilidad del sistema de pensiones mediante la reducción del paro.
José I. Silva