Que els clients puguin treballar durant hores pel preu d'un cafè deixa de ser rendible per a la majoria de locals.
Los primeros síntomas de una nueva pandemia preocupan a aquellos que fueron salvados a toda costa durante la del Covid: la hostelería. El teletrabajo, aquella ventaja laboral sacada ante la adversidad que desoló al mundo en 2020, plantea un nuevo reto a las cafeterías convertidas en oficinas para aquellos que pasan sus horas de forma no presencial.
Sin embargo, Madrid no es el punto original de este fenómeno. En Europa, desde París a Berlín ya han empezado a tomar medidas para paliar los efectos del teletrabajo. A nivel nacional, Valencia, Barcelona o Santiago también intentan poner remedio a este fallo del sistema que permite, por el precio de una consumición, gozar de horas de trabajo con WiFi, aire acondicionado en verano y calefacción en invierno. Un “chollo” irresistible para los nómadas que no trabajan ni en casa ni en la oficina.
“El bar está dividido en diferentes zonas dependiendo del servicio que se requiera. En caso del teletrabajo, hay unas mesas específicas para ello. No somos un coworking, somos una cafetería y no tenemos la obligación de ofrecer un WiFi excelente, más cuando hay tantas personas conectadas”, explican muchos de los locales a los usuarios que protestan en las reseñas de Google por cambios de sitio o problemas de red en el local.
Cuando el Rastro duerme, la Plaza del Cascorro se convierte en una zona apacible donde centenares de los trabajadores nómadas tratan de encontrar un lugar donde asentarse a desarrollar su empleo. Por ejemplo en el Café del Art, una cafetería experta en el arte del desayuno que ofrece a sus clientes una gran variedad de dulces y que se topó con esta situación nada más abrir sus puertas.
“Desde que abrimos, hará tres o cuatro años, pensamos en cómo afrontar esta problemática. Al final si un cliente solo toma una consumición por horas y horas de trabajo al local no le sale rentable, con lo que decidimos distribuir el espacio para que solo se pudiera teletrabajar en la mesa grande central, que es algo más comunitaria, y en las altas”, explica uno de los camareros de la cafetería a este periódico. “En el resto de mesas está señalizado que no se permite usar el ordenador con una pegatina”, detalla.
“Ahora los clientes tienen algo más de consideración, muchos lo han entendido y, aunque vengan a trabajar, en vez de pedirse solo un café también se toman un desayuno o van pidiendo más consumiciones con el paso de las horas”, comenta para ilustrar la adaptación. La cafetería, además, tiene marcado unos días concretos en los que se permite esta práctica: de lunes a viernes en horario laborable. “El fin de semana aumenta la demanda de forma exponencial, lo que es comprensible, por ello no nos podemos permitir que una persona mantenga ocupada una mesa durante horas”, concluye otra de las camareras detrás de la barra mientras finalizaba uno de los cafés especialidades de la casa.
La normativa de que solo se permita el teletrabajo entre semana se expande entre la mayoría de cafeterías. En El Perro del Pavlov Café, un modesto local que se encuentra en la zona de La Latina, pone remedios más flexibles, pero reconoce que permitir el teletrabajo los fines de semana no es viable en el centro de Madrid. “Creo que hay que usar el sentido común, si alguien se toma un café y está un par de horas trabajando, yo no le voy a decir nada, ahora debes de ser consciente de cuándo uno se está excediendo”, comenta la camarera.
Una línea similar mantienen desde el Café del Nuncio, en el mismo barrio. Desde ahí, explican a elDiario.es que ellos no han hecho publicidad para que los clientes vayan a teletrabajar, viven a base de las consumiciones y los productos que venden. “Si un día no lo tengo muy ajetreado, no voy a decirle nada, pero si hay mucha gente en el local y una persona lleva horas con un café pues tendré que decirle que se levante”, explican. “En realidad si uno entra en las reseñas de la mayoría de las cafeterías del centro, todas las negativas son por las problemáticas que surgen a raíz de los ordenadores, la WiFi o el teletrabajo, pero no podemos hacer nada, no somos una cafetería pensada para que sea oficina, no hemos hecho publicidad de ello, ni presumimos. No tenemos la obligación de dar un espacio perpetuo al módico precio de un café”, sentencian.
La clasificación de las mesas también se encuentran en el Federal Café, un local que reside bajo la casa en la que vivía María Zambrano y que tiene señalizado con pequeños carteles las mesas en las que no se puede usar el ordenador y, al igual que la mayoría de cafeterías, prohíben su uso los fines de semana. Mesas amplias y algunos sofás si que están habilitados en la planta baja para el teletrabajo. Sin embargo, estas no son las únicas medidas que se han puesto en práctica en la hostelería de la capital.
“O cambias esto o cerramos”
La cadena de cafeterías Santagloria es una línea popular en Madrid y que, en el resto de España, cuenta con más de un centenar de establecimientos. El desayuno, entre cafés y bollería, son el buque insignia de sus locales, que están altamente concurridos. En una de ellas, en la calle San Bernardo, el teletrabajo produjo problemas hasta tal punto que las camareras comunicaron a sus superiores que “o cambiaba la situación o tendrían que cerrar”. “Hemos llegado al surrealismo de que viniesen cuatro personas al local, una pidiera un café, el resto vasos de agua y que estuvieran en una mesa durante muchas horas”, explica una de ellas mientras atiende a una clienta. Poco después, llama a su compañera para retratar con más precisión la situación.
“Es horrible. Además, hay que tener en cuenta que estamos en una zona donde hay muchas residencias para estudiantes y oficinas, vienen con los portátiles y los apuntes y piensan que con una consumición tienen el derecho de permanecer aquí el tiempo que les plazca”, explican. La medida por la que optaron en este Santa Gloria trata de limitar el horario de uso de ordenadores de 16.00 a 20.00 de lunes a viernes. “Desde que implantamos esto el último año hemos llegado a duplicar los beneficios, pero aún así nos lo estamos planteando porque la gente tiene mucho morro, por ejemplo a ese hombre ahora iré a decirle algo”, comenta una de ellas mientras señala a un cliente que estaba teletrabajando en una de las mesas fuera del horario permitido.
“Nosotras estamos hartas. Tenemos una cafetería donde todas las mesas tienen debajo un enchufe, pensados para cargar el móvil u algún otro dispositivo, pero no para crear una oficina. Hay gente que no es que haya estado un par de horas, han llegado a estar siete u ocho con un par de consumiciones. Eso para cualquier establecimiento que viva de sus ventas es absolutamente inviable”, dilucidan mientras desarrollan sus experiencias. Desde que los clientes las mandaran callar o hacer menos ruido debido a que estaban en medio de una reunión, a estudiantes que utilizaban la cafetería como biblioteca en la que lo único que pedían era un vaso de agua u otros que se quejaban a la mínima que se les llamaba la atención por llevar demasiado tiempo.
“Somos conscientes de que la mayoría de reseñas negativas que nos pueden interponer son debido a las quejas por el teletrabajo, pero es que no tenemos más remedio”, aclara una de las camareras. “Bueno, yo lo que le digo a la mayoría de los clientes que han quedado satisfechos es que nos dejen reseñas positivas para compensar la situación, porque de verdad que ha llegado a ser desesperante”, le contesta su compañera.
La situación ante un cliente
Fernando es un cliente habitual de diferentes cafeterías de Madrid, su trabajo de oficina le permite en muchas ocasiones no tener que ir de forma presencial y reconoce que se concentra más cuando está fuera de casa. “También es cierto que me gusta separar lo que es el mundo laboral del personal, alguna vez he trabajado en casa, pero prefiero evitarlo por la familia y también por hacer esa distinción”, comenta mientras explica que las cafeterías son un espacio en el que, más por la mañana, se crea un ambiente agradable en el que trabajar.
“Yo creo que hay que ser consciente de que asistes a un establecimiento en el que su negocio se basa en vender. Dejarte el WiFi y una mesa durante horas debería tener un mínimo beneficio rentable”, opina apuntando al “sentido común” como clave para que la convivencia sea la adecuada. “Si estoy una hora, entiendo que con un café sea suficiente, pero si me paso en la cafetería seis horas, que me ha pasado, evidentemente lo que tendré que consumir será mucho más”, concluye al reconocer que hay muchos clientes que se exceden. “También es comprensible, si estás en el local con un café y nadie dice nada, pues tiras adelante”.
El teletrabajo y las cafeterías siguen intentando encontrar el modelo ideal para convivir en la capital. Horarios, mesas concretas, prohibición los fines de semana, diferentes fórmulas para que, pese a tener clientes durante un largo periodo de tiempo, esto también pueda ser rentable.
Diego Alonso Peña