La reforma laboral ha cambiado radicalmente la estructura de la contratación en España y con ello, la manera en la que se crea empleo. Pero también en la que se destruye. Una información clave en un mercado laboral que en 2024 acumuló un total de 23,4 millones de altas de afiliación de asalariados... y también 22,9 millones de bajas. No todas se deben a la extinción de un contrato contra la voluntad del trabajador: estos casos sumaron 13,9 millones, el 60,1% del total. Una cifra que supone la más baja desde 2013 pero que encierra muchas incógnitas, desde la cifra real de despidos al papel que juegan los fijos discontinuos en la volatilidad de los puestos de trabajo.
Las estadísticas de la Tesorería General de la Seguridad Social son la fuente más completa para estudiar el enigma de la rotación laboral, aunque esto no significa que sean perfectas. Los datos no recogen el tipo de alta al Régimen General de la Seguridad Social, con lo cual no se aclara, por ejemplo, si se trata de un contrato nuevo o de la reactivación de un fijo discontinuo. En cambio, sí ofrecen información pormenorizada sobre las bajas.
El organismo distingue entre finalización de un contrato temporal, despidos (disciplinarios, colectivos, objetivos y declarados improcedentes), bajas por no superar el periodo de prueba y una categoría de "bajas no voluntarias por otras causas", un cajón de sastre en el que se incluyen causas diversas, desde la muerte del empresario o cierre de la empresa, al fin del contrato de un trabajador en incapacidad temporal, pasando del 'desistimiento' del empleador en el régimen especial de empleadas del hogar y todos aquellos casos en los que no existe una clave específica.
¿De dónde salen estos datos? De la información que las empresas notifican a través del sistema RED. Las claves y procedimientos cambiaron en octubre de 2012 con la intención de mejorar la información estadística y adaptar la información sobre los despidos a los cambios legales introducidos por la reforma laboral aprobada ese año. Aun así, la implantación fue accidentada. Los datos de ese ejercicio arrojan un total de 14 millones de bajas de las que el 89% recayeron en la categoría de "otras causas".
En los años siguientes, la composición recoge un comportamiento más similar a lo que se espera del mercado laboral, con un peso cada vez mayor de la finalización de los contratos temporales, aunque la 'categoría comodín' sigue jugando un papel más importante que la suma de ceses por despido y no superar el periodo de prueba. Esto sigue siendo así hasta 2022, cuando se aprueba la nueva reforma laboral y estos casos elevan su cifra en un 61,6% (hasta superar los dos millones) y con ello duplican su porcentaje sobre el el total, pasando del 6,3% del total al 14,9% en 2024.
La duda que muchos expertos manifiestan es que la categoría de bajas no voluntarias puede incluir casos que deberían ser clasificados como despidos, lo que lleva a que los datos de 2024 aún se consideren provisionales. En los últimos dos años se ha llevado a cabo un importante esfuerzo para avanzar en la revisión y depuración de de estos casos, lo que explica en buena parte un descenso del 11% en el número de otras bajas. Aun así, en 2024 la categoría 'otras' aún se sitúa en el 14,5% y un total de dos millones (casi tantas como las derivadas de los ceses por despido y periodo de prueba).
Pero el balance general es positivo. Los datos de 2024 constatan un importante retroceso de las cifras gracias al menor número de finalizaciones por caducidad de un contrato temporal, que no solo se han reducido un 47% respecto a 2019, sino que han pasado de suponer el 82% al 70%. Gracias a ellos, las bajas marcan su mínimo desde 2013. Con la diferencia de que entonces nuestro país se encontraba inmersa en una crisis que aún paralizaba la actividad y el empleo, mientras hoy lidera el crecimiento del PIB en la zona euro y la ocupación se acerca a la marca de los 22 millones de personas trabajando.
Descenso 'discontinuo' de la temporalidad
La evolución de la volatilidad es excepcional. Aunque el sentido común dicta que un contexto económico positivo favorece la estabilidad del empleo, y con ello la reducción de las bajas, en España, históricamente, ha sucedido al revés. La dependencia de las actividades eventuales hace que la salida de la crisis financiera se hiciera a base de contratos temporales, y eso se percibe especialmente en la evolución de las bajas, que en 2019 llegaron a superar los 20.000 millones. El descenso más notable de la serie se produjo en la pandemia, por el frenazo que supusieron los confinamientos, que rompieron el flujo de entradas y salidas de los contratos temporales.
¿Cómo se ha conseguido revertir la tendencia sin una crisis de empleo? Por un lado la reforma laboral penalizó la contratación temporal, obligando a derivar mucha de su mano de obra a los empleos indefinidos. Por otro lado, mucha de esta volatilidad la 'heredaron' los fijos discontinuos.
Hablamos de trabajadores ligados a actividades eventuales que pasan periodos en inactividad (sin percibir salario y dados de baja de afiliación). La diferencia es que el contrato no se extingue, sol ose 'suspende' hasta que se produce el llamamiento, con lo cual no se considera destrucción de empleo, ni siquiera cuando el afectado tiene derecho a percibir el paro.
Las bajas de afiliación por pase a la inactividad de estos asalariados llegaron en 2024 los 4,8 millones, un 458% más que en 2019, lo que da cuenta de cómo su peso en la volatilidad del empleo se ha disparado. Si las sumáramos a las ligadas al flujo de empleo, veríamos que el total, 18,6 millones, sigue por debajo de los niveles de 2019, 2018 y 2017, aunque aún supera al del resto de años.
La incógnita de los indefinidos
En donde sí se cumple la máxima de 'a más empleo, más bajas' es en el caso de los trabajadores con contrato indefinido. Las suyas se han disparado un 141% desde 2019, hasta los 2,6 millones: un 18% del total, cuando hace cinco años eran el 5%. Lo han hecho en todas las categorías, pero especialmente en las motivadas por no superar el periodo de prueba, un 438% más. Aunque las más habituales siguen siendo los despidos (que crecen un 134%), seguidas de las no clasificables (que crecen un 84%, hasta los 886.966). Aquí no incluimos las bajas de fijos discontinuos que pasan a la inactividad.
Sin embargo, el incremento neto del número de afilados indefinidos (contando los fijos discontinuos) en l mismo periodo es del 40,1%, lo que muestra una importante desproporción entre su peso en el empleo y en la volatilidad. ¿Cómo se explica? Porque la rotación se concentra en los nuevos trabajadores. El abuso en el periodo de prueba y el recurso al despido disciplinario como una forma de hacer despidos rápidos a bajo coste hacen que sea una fórmula rentable de sortear las limitaciones a la contratación temporal en los casos en los que no se pueden usar fijos discontinuos.
La incógnita es la realidad que se esconde tras las bajas no clasificadas: ¿cuántas son despidos mal registrados? En el caso de los indefinidos han crecido menos que los ceses propiamente dichos, pero la evolución de esta figura despierta interrogantes de que la precarización del empleo indefinido puede ser aún mayor de lo que los datos actuales permiten confirmar. Y esto es relevante a la hora de estudiar los pasos que deben tomar las próximas reformas tanto en materia de contratación como de despido.
Javier Esteban